El malvado Luthor había puesto kryptonita
en la bodega del monasterio. Ese
recoleto lugar era el escogido por el gran magnate, recién elegido presidente
de su país, para descansar de la sofocante campaña electoral y maquinar sus
maléficos planes de futuro.
Con lo que no contaba el portador del más
famoso tupé del mundo, es que el más calvo de sus incondicionales había
descubierto sus orígenes.
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