jueves, 8 de diciembre de 2022

El ladrón de palabras

“Sufría el silencio su muda condición, cuando la oscuridad, sabia consejera que habita las almohadas, le propuso quedar al final del día y ayudar al sueño en su ingente labor reparadora, propiciando que ésta alcanzara al mayor número posible de criaturas.

Juntos tomaron calles y plazas; se colaron en los patios, en las casas. Ella iba atenuando luces; él, acallando ruidos y voces.

A pesar de que a la oscuridad se le olvidó apagar la luna, el sueño logró cerrar infinidad de párpados esa noche. El silencio, viendo la importancia de su cometido, no cabía en sí de gozo y envolvió a la oscuridad con un elocuente abrazo”.

Gorka leía este texto anónimo en el reverso de una hojita de calendario en casa de su abuela Maritxu, mientras ahogaba su emoción mordiéndose los labios. No es que aquellas palabras le conmovieran, le parecían cursis, pero hablaban del silencio, tema obligado en la redacción que debía entregar en clase de lengua al día siguiente.

Una vez leídos los escritos, el diligente don Mariano no tardó en llamar a Gorka. Devolviéndole el trabajo, le dijo: “Toma, se te ha olvidado poner el nombre. ¿O prefieres que siga siendo anónimo?”.


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Escrito por Juana Igarreta para ENTC . Propuesta: Anónimos y/o silencios

Remake

Había dormido mal, apenas un duermevela poblado de fantasmas. Últimamente, las constantes llamadas telefónicas le sacaban de quicio. Sobre todo cuando colgaban sin contestar. O permanecían a la escucha, respirando al acecho.

Aquel lunes cogió por los pelos un metro atestado de gente. Pese a las apreturas pudo acomodarse al fondo del vagón. Enseguida reparó en una chica con gafas de carey que, asomando entre las cabezas, le miraba con una sonrisa burlona. Se esfumó mientras él contestaba un inoportuno wasap. Al mediodía, volvió a casa malhumorado. Torció el gesto ante una primorosa labor de papiroflexia que halló en el buzón. Cualquier cosa le infundía sospechas y el “regalo” podía encerrar un mensaje sibilino.

No podía sospechar que aquella mariposa blanca daría alas a su imaginación, retrotrayéndole al momento preciso en que perdió de vista a la chica del tren. Aupado en un presentimiento, se apeó tras ella y siguió sus pasos a una distancia prudencial. La justa para comprobar que el rumbo rimaba con su sospecha. Incomprensiblemente, la perdió de nuevo, cerca de casa.

Cariacontecido y confuso, se sentó en el portal mirando fijamente al buzón. Por si le servía de consuelo, salió volando una mariposa.


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Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: Anónimos o silencios