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POCO MÁS QUE PALABRAS
Blog de los hermanos Igarreta. Todas estas lechugas son de nuestra huerta.
miércoles, 18 de mayo de 2022
El voluntario
La sombra de la barbarie
Aquella mañana alguien esperaba en la entrada del Banco Sumitomo. Sentado en los escalones, tal vez consultaba la hora en su reloj Seiko, sin saber que estaba a punto de convertirse en una sombra.
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Sombra humana grabada en piedra - Bomba Hiroshima - Imagen de Internet |
jueves, 21 de abril de 2022
Las diferentes caras de la fertilidad
Amalia y Cosme han sido una pareja trabajadora y muy fértil. Mucho más productiva que la tierra de la que son arrendatarios y con la que a duras penas van saliendo adelante. Ahora que las manos se han multiplicado porque los hijos, tan seguidos como dispares, ya ayudan en las tareas del campo, falta la lluvia. El pronóstico dice que no caerá una gota de agua en bastante tiempo. Más vale que don Matías, el dueño de las tierras, es un hombre generoso. Como en su casa no han crecido niños, ha tomado cariño a los de sus renteros; aunque no puede evitar hacer distingos entre unos y otros, cosa que a sus padres les duele. Amalia quiere a sus ocho hijos por igual. Al fin y al cabo todos han salido de su vientre. Vientre al que también ha llegado, por fin, la sequía.
Trabajo de campo
En un viaje a Boston visitó el Museum of fine Arts y se detuvo ante un óleo de Millet, un sembrador que en actitud decidida esparce las semillas en una tierra sombría y aparentemente árida. Aquella imagen le impactó vivamente, trasladándolo a su infancia en un pueblo pedregoso, donde la vida era dura y a veces trágica.
martes, 5 de abril de 2022
La historia preferida del abuelo Mijaíl
“Cierra los ojos. ¿Quieres sentir frío?, prueba a decir bajito y silabeando Si-be-ria, Si-be-ria…, así hasta cinco veces y notarás cómo un viento gélido te va estremeciendo. Y si pronuncias con fuerza Gu-lag, Gu-lag…, al menos otras cinco veces, oirás cómo se acercan las pisadas del Enano Sangriento. Y al frío se añadirá el miedo”.
Así comienza la historia que más les gusta escuchar de boca del abuelo Mijaíl a Natacha y a sus hermanos. Él estuvo muchos años prisionero en un campo de trabajos forzados, levantando junto a otros compañeros la ciudad de Vorkutá.
Mijaíl volvió. Otros, convertidos en estatuas de hielo, todavía parecen esperar alguna señal QUE ANUNCIE LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA. Pero allí el invierno es eterno; igual que en la bola de cristal que el abuelo agita constantemente mientras les habla, provocando en su interior una infinita nevada.
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Escrito por Juana Igarreta - Celebración diez años de ENTC
Relato finalista
Al calor del hielo
La temperatura había descendido por debajo del límite. No tendría que ir a la escuela. Alexei se dirigió, cruzando el río helado, hacia la finca de su padre. De pronto volvió a nevar y todo se convirtió en una abrumadora redundancia del blanco. Ante la imposibilidad de avanzar, Alexei se refugió en un sórdido barracón, bajo el continuo ladrido de los perros. Incapaz de entrar en calor, poco a poco se sintió invadido por un sopor paralizante. El cuerpo se le fue congelando, mientras su mente proyectaba vívidamente las imágenes de un reciente documental sobre el Caribe. Días después, encontraron dentro de una carcasa de hielo, el inequívoco volumen de su ausencia.
lunes, 21 de marzo de 2022
Frufrú
Posiblemente aquello no respondió a ninguna pulsión específica. O tal vez sí, quién sabe. El caso es que aquel día de invierno, mientras se hallaba refugiado como otras veces en el enorme armario de la alcoba de la abuela, comenzó a sacar viejas prendas tan estridentes como obsoletas. Nunca le había dado por ponerse ropa de mujer. Ni de broma. Sólo pensar que le podían ver. Pero aquella tarde, atraído por el variopinto colorido de las vestimentas, y quizás bajo el influjo del alcanfor, sintió la imperiosa curiosidad de verse así. Mientras se contoneaba ante el espejo con el vestido azul y ensayaba gestos cautivadores, su padre irrumpió de improviso y le congeló la sonrisa. Rudo y parco en el hablar, tenía una manera de mirar que lo decía todo. Sin embargo aquella vez su mirada estuvo acompañada con palabras especialmente duras.Tanto, que sus posibles veleidades quedaron drásticamente cauterizadas. Hasta años después. Cuando en la despedida de soltero lo disfrazaron de Lolita, se sintió renacer. Afortunadamente su pareja resultó ser un ángel. Y ya se sabe que los ángeles no tienen sexo.
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Cambios
Marta, Jorge y Luis son amigos y compañeros de clase. Siempre se los ve juntos. Marta está enamoriscada de Luis, pero de momento no piensa decir nada. Intuye que ella le gusta a Jorge y no quiere que éste sufra si se enterase de su atracción por su amigo común.
Don Antonio, el viejo profesor de historia, se ha jubilado. La que está ahora en su puesto es una joven que se llama Carla y es rubia. Seductora y divertida dando la materia, cautiva pronto al alumnado. Sobre todo a Marta, que se sorprende a sí misma y a los demás con un llamativo sonrojo cada vez que la profe se dirige a ella. Ahora que ya lo saben, Jorge y Luis podrán cogerse de la mano en presencia de su amiga.
Al salir del colegio Carla llama a su casa. Escucha resignada a su padre: ¿Qué tal, Carlos?
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Escrito por Juana Igarreta para la Celebración 10 años de ENTC
lunes, 14 de marzo de 2022
Cosas punzantes
La memoria de Germán está colonizada por los malos recuerdos, como lo hacen esas plantas invasoras que crecen incontroladas en las orillas de los ríos.
Su dolor se transforma en ira y golpea furioso el espejo haciéndolo estallar. Uno de los trozos recrea caprichosamente el perfil de Arturito. Vive, de momento, cerca.
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Rodando, rodando
Últimamente no tenía suerte. Ni en el salon de juegos daba pie con bolo. Ni al billar, ni al ping-pong. Pero la cosa se agravó cuando encontró aquel gatito negro. Hecho una pelotita, el minino maullaba lastimeramente en lo alto de la escalera. Su alma franciscana no pudo resistir aquella tentación del diablo y el felino agradeció con un arañazo el amago de caricia. La inesperada reacción le precipitó escaleras abajo. En aquella clínica de provincias le diagnosticaron fractura de vértebras. La atención era excelente, pero la mejoría escasa y tuvo que ponerse en manos más cualificadas. El día que salía del hospital de la capital, se encontró de sopetón con un prodigio poliesférico que le miraba desde sus ojos negros. Acordándose del gatito, salió del paso ejecutando un arriesgado quiebro. Lo que sintió al nivel de las lumbares fue todo menos placer.