jueves, 21 de abril de 2022

Las diferentes caras de la fertilidad

Amalia y Cosme han sido una pareja trabajadora y muy fértil. Mucho más productiva que la tierra de la que son arrendatarios y con la que a duras penas van saliendo adelante. Ahora que las manos se han multiplicado porque los hijos, tan seguidos como dispares, ya ayudan en las tareas del campo, falta la lluvia. El pronóstico dice que no caerá una gota de agua en bastante tiempo. Más vale que don Matías, el dueño de las tierras, es un hombre generoso. Como en su casa no han crecido niños, ha tomado cariño a los de sus renteros; aunque no puede evitar hacer distingos entre unos y otros, cosa que a sus padres les duele. Amalia quiere a sus ocho hijos por igual. Al fin y al cabo todos han salido de su vientre. Vientre al que también ha llegado, por fin, la sequía.


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Escrito por Juana Igarreta - Celebración 10 años de ENTC

Trabajo de campo

En un viaje a Boston visitó el Museum of fine Arts y se detuvo ante un óleo de Millet, un sembrador que en actitud decidida esparce las semillas en una tierra sombría y aparentemente árida. Aquella imagen le impactó vivamente, trasladándolo a su infancia en un pueblo pedregoso, donde la vida era dura y a veces trágica.

Su padre le contó que, hacía tiempo, una niña había desaparecido en circunstancias extrañas. Era la hija pequeña de una familia de vagabundos. Dos pobres jornaleros fueron condenados en un juicio sin garantías. La investigación se hizo a toda prisa, sin pruebas fehacientes ni testigos de cargo. Al parecer, las fuerzas vivas tenían mucho interés en echar tierra encima.
Años después, un moderno arado sacó a la luz unos huesos desperdigados bajo la tierra, en otro tiempo baldía. Pero siguió oculta la verdad.

Óleo El sembrador - Jean François Millet



martes, 5 de abril de 2022

La historia preferida del abuelo Mijaíl

“Cierra los ojos. ¿Quieres sentir frío?, prueba a decir bajito y silabeando Si-be-ria, Si-be-ria…, así hasta cinco veces y notarás cómo un viento gélido te va estremeciendo. Y si pronuncias con fuerza Gu-lag, Gu-lag…, al menos otras cinco veces, oirás cómo se acercan las pisadas del Enano Sangriento. Y al frío se añadirá el miedo”.

Así comienza la historia que más les gusta escuchar de boca del abuelo Mijaíl a Natacha y a sus hermanos. Él estuvo muchos años prisionero en un campo de trabajos forzados, levantando junto a otros compañeros la ciudad de Vorkutá.

Mijaíl volvió. Otros, convertidos en estatuas de hielo, todavía parecen esperar alguna señal QUE ANUNCIE LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA. Pero allí el invierno es eterno; igual que en la bola de cristal que el abuelo agita constantemente mientras les habla, provocando en su interior una infinita nevada.


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Escrito por Juana Igarreta - Celebración diez años de ENTC

Relato finalista

Al calor del hielo

La temperatura había descendido por debajo del límite. No tendría que ir a la escuela. Alexei se dirigió, cruzando el río helado, hacia la finca de su padre. De pronto volvió a nevar y todo se convirtió en una abrumadora redundancia del blanco. Ante la imposibilidad de avanzar, Alexei se refugió en un sórdido barracón, bajo el continuo ladrido de los perros. Incapaz de entrar en calor, poco a poco se sintió invadido por un sopor paralizante. El cuerpo se le fue congelando, mientras su mente proyectaba vívidamente las imágenes de un reciente documental sobre el Caribe. Días después, encontraron dentro de una carcasa de hielo, el inequívoco volumen de su ausencia.

Desde entonces, Alexei, un viejecito taciturno y sin pasado, repite en el malecón de La Habana el mismo ritual. Cada atardecer, con sus ojos llorosos fijos en el hielo, apura un Black Russian.

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