domingo, 11 de febrero de 2024

Una efímera vida ideal

Juan abandonó el albergue al que había acudido la gélida noche anterior instado por la policía local. Con su guitarra y una vieja mochila salió dispuesto a proseguir su camino hacia ninguna parte; andar sin rumbo fijo era la única forma de no perderse. Después de haber rumiado el fracaso hasta lo indecible, vivir en la calle sin ataduras de nada ni nadie se había convertido en su lema. Estar al albur del devenir de los días ya no le parecía tan adverso, pues cuando se vive en el suelo el riesgo a caerse desaparece.

Al principio, los agrios recuerdos de su vida anterior lo atenazaban. Aprovechaban cualquier resquicio entre la vigilia y el sueño para colarse, salpicando de dudas sus noches de aprendiz de vagabundo. Pero cuando conoció las horas y los lugares de la ciudad en los que rasgueando su guitarra más monedas tintineaban en su gorra, tuvo claro que, al fin, había dado con la fórmula de vida ideal.

Un domingo de primavera, estando todavía desperezándose en su lecho de cartón, comprobó que la guitarra había desaparecido. Y, aunque el día amaneció luminoso, para Juan se fundió el sol.


Imagen de Internet

Escrito por Juana Igarreta para ENTC - Propuesta: la Kalopsia 

A la deriva

Siempre había sido reticente a los cachivaches electrónicos. Sólo tenía un móvil elemental. Eso de ceder el control de sus asuntos a los duendes de la tecnología le causaba cierta preocupación. Cuando, sospechando que el fondo lo deseaba, su nieta le regaló un portátil, lo aceptó a regañadientes. “Sólo para cosas necesarias”, insistía para justificarse. Como temía aquel aparatito pronto se le hizo imprescindible, robándole el tiempo que antes dedicaba a otros menesteres. Incluso dejó de acudir a la Ópera. Para compensar, de vez en cuando escuchaba algo de Donizetti. Pero nunca pensó que aquel nuevo pasatiempo entrañara peligro alguno. Una tarde, mientras navegaba rutinariamente por Internet, notó una brusca retracción en el pulgar derecho. Antes de que pudiera reaccionar, el enhiesto apéndice comenzó a replegarse sobre sí mismo, arrastrando a los otros dedos a hacer lo propio. Su mano desaparecía por momentos. El menguante muñón escaló imparable brazo arriba. El fenómeno autodestructivo simultáneo en todas las extremidades y acabó finalmente en los órganos vitales. Incapaz de procesar los sentimientos encontrados y las ideas preconcebidas, el sistema colapsó y el ordenador hizo plof. Una furtiva lágrima resbaló cadenciosa por la superficie de la pantalla.


Imagen de Internet


Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: la kalopsia

 


la pantalla.