domingo, 10 de junio de 2012

LAS LÁGRIMAS DE BOABDIL



Imagen de Internet

 

 

 








        












Boabdil pasea nerviosamente por el Patio de los Leones, contemplando tristemente los rojizos torreones de la Alhambra. Aquellos torreones donde había pasado tantas noches de ensueño, bajo el influjo apasionado de lunas llenas.


Hasta los leones del patio parecen contagiarse de la tristeza de su amo y señor. Sus ojos, inundados de amargas lágrimas, reflejan la angustia de un destino irremediable.



Allá, en el fondo de su cuarto,  Morayma,  su esclava favorita ahoga su llanto en las melancólicas notas de un arpa. Sus lamentos se pierden en el azul estrellado de la noche granadina.
Entretanto, Boabdil, se lamenta de su cruel suerte y espera el momento decisivo.


Un mensajero le trae un escrito del rey cristiano. Boabdil lo lee con grandes ojos, clavados en aquellas palabras de ultimátum y comprende que su reinado toca a su fin. Poco después, las trompetas rompen bruscamente el silencio de la noche,  el encanto de la calma.


Respetables visires desfilan con gesto grave y cansado por los
corredores de la Alhambra, respondiendo a la llamada de Boabdil, quién seguidamente lee el mensaje del rey cristiano con palabras entrecortadas. Luego, un gran silencio asola la estancia.


Se oye el galopar de caballos que se acercan…


Boabdil introduce su mano en el bolsillo y saca su “tesoro”,  unas grandes y viejas llaves,  y acercándose al rey cristiano, que le mira con semblante victorioso, le dice:  – aquí tienes señor las llaves de este paraíso -.


De nuevo el silencio. Los ancianos visires, con el rostro abatido, inclinan sus blancas y largas barbas sobre el pecho, cuyo latido evoca el eco de un tambor en la lejanía, “tac, tac, tac”…
La ciudad del Genil ya no les pertenece.

FIN

Juana Mª Igarreta, 28/02/2010