viernes, 26 de diciembre de 2014

Ría Malenbe


En lo más crudo del invierno, envuelta en una brisa de viento y nieve, Ría Malenbe se cuela en los orfanatos. Cada noche recorre los interminables pasillos de puntillas y en silencio, abriendo una a una todas las puertas que va encontrando a su paso; se acerca a cada lecho y arropa a cada niño, al tiempo que susurra en sus oídos deseos de dulces sueños. Luego, exhausta, se retira a descansar acomodándose  tras los reflejos desvaídos de un viejo espejo.

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Entrado el verano, cuando el sol caldea generosamente las estancias,  Ría Malenbe  regresa a su hogar. Al ritmo del tic-tac desacompasado de un desvencijado reloj de cuco, teje cientos de pequeñas cobijas esperando la llegada de los días fríos.




miércoles, 17 de diciembre de 2014

El médico del reloj



El “tío Julián” era el médico del reloj. Cuando en invierno al reloj de la iglesia le afectaba la humedad constipando el ritmo de las horas, él subía presuroso a la torre. Accedía a la pequeña estancia desde la que el reloj gobernaba el tiempo e iniciaba un minucioso ritual de inspección, escudriñando con vivarachos ojos y hábiles manos cada una de sus piezas. Algunos del pueblo, menospreciando su labor, le preguntaban: “¿Qué haces ahí arriba, Julián, que te pasas las horas muertas?”; a lo que él solía contestar: “Vigilo el tic-tac del reloj, que es el corazón del tiempo”.

Imagen de Internet


Pero realmente al “tío Julián” nadie lo conocía en profundidad. Vivía solo en una de las últimas casas del pueblo que heredó de un pariente lejano. Hasta su edad era un misterio. Los más antiguos aseguraban que llegó al pueblo el mismo día que se estrenó el reloj de la iglesia. Y de eso hacía mucho.

Una Nochevieja, faltando apenas unos minutos para las campanadas del Año Nuevo, el reloj enmudeció. De su blanca esfera, súbitamente ensombrecida, comenzaron a caer gruesos y oleosos goterones.

Fueron a buscar al “tío Julián”. Tras la herrumbrosa puerta solo encontraron el tiempo detenido.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Un asunto ruinoso




Cuando éramos pequeños el abuelo nos leía cuentos. Ahora, que hemos crecido, nos lee sus propios relatos. Últimamente le ha dado por el género de terror y la abuela le dice que se está pasando de la raya, que esa afición suya resulta ruinosa.


Imagen de Internet
 
Describe con tanta pasión las escenas que hasta los bolígrafos se contagian de miedo. Los dos últimos los ha tenido que tirar; al primero, en plena persecución de un hombre con cuchillo a una joven, se le heló la tinta; continuó la escena con un boli nuevo, pero en cuanto el cuchillo rozó a la chica, la tinta se volvió rojiza y viscosa, formando coágulos que impedían la escritura.