miércoles, 20 de mayo de 2020

Intramuros

En un lugar recoleto de sus amplias mangas, pellizcaba con saña sus manos trémulas, autoimpuesta penitencia por sus sentimientos inconfesables. Era el tiempo de oración y el abad Segismundo miró suplicante al enorme Cristo que desde lo alto, le otorgaba el perdón con su muda aquiescencia. Segismundo, fervoroso en sus plegarias y desafinado en el canto, intentaba ahuyentar la tentación, pero su propósito perdió fuelle ante la mirada de aquel novicio que unos bancos más allá sonreía ambiguamente. Ya en la soledad de su celda, el abad se ciñó con rabia el cilicio, consciente de que el maligno todavía estaba allí.

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Cajas que cuentan

Bajo el cristal biselado de la mesita del salón, guarda Clara un nutrido número de cajitas que conforman un paisaje variopinto de recuerdos y emociones.


Abriendo el estuche nacarado rebosante de cromos multicolores, las manos infantiles de sus hijas, volteándolos incesantemente, surgen ante sus ojos.

Varias cajitas esconden conchas y caracolas de diferentes playas. Saben a sol con sal. Saben de mar y amor.

En el joyero duermen dos anillos. El de plata se lo regaló su primer novio al cumplir ella los quince. Se le quedó pequeño muy pronto al comprobar que el amor todavía le venía grande. Pero Clara aún se estremece recordando aquellos tímidos besos recién estrenados. El de oro es la alianza de casada de su madre. Su padre, al que Clara no conoció, llevaba puesta la suya la tarde que se marchó.

Un cofre de alabastro ha venido a engrosar la colección de Clara. En su interior brilla una llave de latón, pero el baúl que abre quedó arrumbado en el desván de la vieja casa materna, ahora propiedad de un conocido escritor. Su novela “Amor prohibido” hará las delicias de Clara, ajena a la fuente que la inspiró.


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Escrito por Juana Igarreta para ENTC - Propuesta: El coleccionismo


lunes, 18 de mayo de 2020

Lugares de paso

En un lugar tan fuera de lugar, nunca pensó que habría lugar a dudas. Durante un tiempo no le cupo la menor duda, hasta que una duda razonable puso las cosas en su lugar. Precisamente allí donde cayó el meteorito que acabó con los grandes saurios. Pero era un lugar común, que sobrevivió a su lógica aplastante y todavía estaba allí.



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Palabras no dichas


En cada recoveco de la desvencijada casa duermen sus recuerdos. Y cuando despiertan, son flechas certeras que hostigan su cansado corazón. El carcomido suelo exhala roncos crujidos bajo sus trémulos pasos. Los parcheados cristales de las ventanas gotean turbios rayos de sol, suficientes para que sus ojos vidriosos imaginen verla pasar, y preguntarse cómo su lengua, avezada en discursos grandilocuentes, fue incapaz de estrenarse en esas dos sencillas palabras durante el tiempo que compartieron juntos. La vida, pletórica de su luminosidad en otro tiempo, hoy sufre su ausencia en un escenario de telón caído y definitivamente cerrado.
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Ausencia

En aquel concurso de microrrelatos el tema a tratar era la ausencia. Mientras pensaba, se afanó en la limpieza de la casa deshaciéndose de incontables recuerdos olvidados. Se sorprendió encontrando el encanto del vacío en cada uno de los rincones, y quedó prendado de la desnudez de paredes y estanterías.
A escasos minutos de las doce de la noche del día que expiraba el plazo del concurso, el dedo corazón de su mano derecha presionó el botón de “enviar”. Nunca hubiera sospechado que con una página en blanco podría expresar su sentir, dar un tema por cerrado.


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Escrito por Juana Igarreta para ENTC - Entcerrado Extra