lunes, 21 de marzo de 2022

Frufrú

Posiblemente aquello no respondió a ninguna pulsión específica. O tal vez sí, quién sabe. El caso es que aquel día de invierno, mientras se hallaba refugiado como otras veces en el enorme armario de la alcoba de la abuela, comenzó a sacar viejas prendas tan estridentes como obsoletas. Nunca le había dado por ponerse ropa de mujer. Ni de broma. Sólo pensar que le podían ver. Pero aquella tarde, atraído por el variopinto colorido de las vestimentas, y quizás bajo el influjo del alcanfor, sintió la imperiosa curiosidad de verse así. Mientras se contoneaba ante el espejo con el vestido azul y ensayaba gestos cautivadores, su padre irrumpió de improviso y le congeló la sonrisa. Rudo y parco en el hablar, tenía una manera de mirar que lo decía todo. Sin embargo aquella vez su mirada estuvo acompañada con palabras especialmente duras.Tanto, que sus posibles veleidades quedaron drásticamente cauterizadas. Hasta años después. Cuando en la despedida de soltero lo disfrazaron de Lolita, se sintió renacer. Afortunadamente su pareja resultó ser un ángel. Y ya se sabe que los ángeles no tienen sexo.


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  Escrito por Javier Igarreta - Celebración 10 años de ENTC

Cambios

Marta, Jorge y Luis son amigos y compañeros de clase. Siempre se los ve juntos. Marta está enamoriscada de Luis, pero de momento no piensa decir nada. Intuye que ella le gusta a Jorge y no quiere que éste sufra si se enterase de su atracción por su amigo común.

Don Antonio, el viejo profesor de historia, se ha jubilado. La que está ahora en su puesto es una joven que se llama Carla y es rubia. Seductora y divertida dando la materia, cautiva pronto al alumnado. Sobre todo a Marta, que se sorprende a sí misma y a los demás con un llamativo sonrojo cada vez que la profe se dirige a ella. Ahora que ya lo saben, Jorge y Luis podrán cogerse de la mano en presencia de su amiga.

Al salir del colegio Carla llama a su casa. Escucha resignada a su padre: ¿Qué tal, Carlos?



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Escrito por Juana Igarreta para la Celebración 10 años de ENTC

lunes, 14 de marzo de 2022

Cosas punzantes

La memoria de Germán está colonizada por los malos recuerdos, como lo hacen esas plantas invasoras que crecen incontroladas en las orillas de los ríos.

Han pasado muchos años, pero siguen vívidas en su interior las continuas zancadillas de Arturito en el recreo, aplaudidas con sonoras carcajadas por muchos de la clase y agravadas por la inacción del profesor al enterarse.
Mirándose en el espejo del vestíbulo se detiene en sus ojos, ahora libres de aquellas gafas de cristales gruesos que al tiempo que le corregían la severa miopía le regalaron el apodo de “Cegato”.
Recuerda el continuo desprecio de las chicas, que comían pipas sentadas en los bancos, cada vez que intentaba explorar, tímidamente, ese terreno movedizo del primer amor.

Su dolor se transforma en ira y golpea furioso el espejo haciéndolo estallar. Uno de los trozos recrea caprichosamente el perfil de Arturito. Vive, de momento, cerca.


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Escrito por Juana Igarrreta - Celebración 10 años ENTC

Rodando, rodando

Últimamente no tenía suerte. Ni en el salon de juegos daba pie con bolo. Ni al billar, ni al ping-pong. Pero la cosa se agravó cuando encontró aquel gatito negro. Hecho una pelotita, el minino maullaba lastimeramente en lo alto de la escalera. Su alma franciscana no pudo resistir aquella tentación del diablo y el felino agradeció con un arañazo el amago de caricia. La inesperada reacción le precipitó escaleras abajo. En aquella clínica de provincias le diagnosticaron fractura de vértebras. La atención era excelente, pero la mejoría escasa y tuvo que ponerse en manos más cualificadas. El día que salía del hospital de la capital, se encontró de sopetón con un prodigio poliesférico que le miraba desde sus ojos negros. Acordándose del gatito, salió del paso ejecutando un arriesgado quiebro. Lo que sintió al nivel de las lumbares fue todo menos placer.




Escrito por Javier Igarreta - Celebración 10 años ENTC

El saxofonista de los niños

Cada vez que se acercaba algún niño, el saxofonista le dedicaba lo mejor de su repertorio. Aunque no conocían el tipo de melodía ni quién era el autor de la pieza que Rodolfo interpretaba en cada momento, sólo ellos, con sus ojos clavados en él y sus caritas iluminadas por la dicha, eran capaces de escuchar y de acompasar sus ágiles pasos al ritmo silencioso de unas manos vacías.

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Escrito por Juana Igarreta - Celebración 10 años ENTC

Relato finalista

Enajenado

Desde que ella desapareció embaucada por el del saxofón, Agustín ya no es el mismo. Incapaz de olvidarla vive enajenado, perdido en un tiempo que se fue tras la luz del último verano. Pero, hay veces que de pronto su recuerdo se torna presencia viva y la ve pasar camino del andén. Con su gracia y su salero, toda puro bamboleo, con su cuerpo hecho rehén de un ritmo de aquí te espero. Es entonces cuando Agustín, sumido en tan vívida ilusión abraza una guitarra y, tocado por el duende hace vibrar las cuerdas al ritmo de sus caderas. Antes de caer exhausto, suele culminar su trance con un interminable rasgueo.

Apostados tras los cristales del bar de enfrente, algunos clientes beben azuzados por la cruda realidad, mientras se atragantan con cerveza entre estentóreas carcajadas.



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Escrito por Javier Igarreta - Celebración 10 años ENTC -

miércoles, 2 de marzo de 2022

Gigángel

Como cualquier niño de los nuestros desoyó los consejos de sus mayores. Miró a su alrededor y, viéndose libre de ojos vigilantes, cruzó aquel umbral prohibido y misterioso. Se dejó caer. Empapado de nubes aterrizó en un terreno boscoso. Había oscurecido. Alzó la mirada, ¡también desde este mundo se veía la luna brillar! Como cualquier niño que tiene todos los sueños por estrenar, más de una vez había imaginado volar hasta ella. Un resplandor que emergía tras la masa arbórea en la que se hallaba llamó su atención y se dirigió hacia él.


Begoña había reñido con su marido. Acodada en la ventana, no escuchó cuando Eduardo salió de casa; éste, muy dolido, decidió que pasaría la noche en el coche.

Súbitamente, entre los ojos de Begoña y el cielo se interpuso un descomunal brazo que señalaba la luna pareciéndola tocar. Gritó aterrada. Las ventanas de los sobresaltados vecinos se abrieron casi al unísono. Observaron perplejos cómo una gigantesca criatura se elevaba veloz ante ellos. No llegaron a percibir el objeto que escondía una de sus manos: un cochecito que había encontrado en la calle. Se encaprichó de aquel “juguete”, como cualquier niño de los nuestros.


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Escrito por Juana Igarreta para ENTC - propuesta: Ángeles y/o gigantes