Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos de la mesa del centro. A
pesar de la reserva, tampoco acudirían.
Comió en la cocina del pequeño restaurante con la mirada perdida entre
los límites de un solo azulejo, masticando y bebiendo mecánicamente cual muñeco
de cuerda.
Después, dando un vistazo rápido al local, sintió que los recuerdos,
teñidos de nostalgia, pesaban en su interior como esculpidos en plomo.
Antes de cerrar, retiró el letrero de “Abierto” que colgaba de la puerta,
colocando en su lugar una nota diciendo: “Cerrado por defunción”.