domingo, 28 de febrero de 2021

Sentimientos encontrados

Elena se detuvo en el estante de lencería del chino y eligió un tanga negro, rechazando unas bragas de color carne más recatadas. Apostada junto a la balda de ferretería una chica con aspecto andrógino la miraba de reojo, esbozando una sonrisa cómplice. Coincidieron en la caja. Ella acariciaba una llave inglesa con insinuante afectación. Elena se hizo la despistada, pero no pudo permanecer insensible a la calidez de su gesto.

Días después, escuchó atónita una noticia escalofriante. El dueño de una cercana tienda de revistas había sido asesinado. Un individuo taciturno y un tanto mirón. Junto a la víctima, encontraron una llave inglesa cuidadosamente impoluta. A Elena se le erizó el vello cuando halló en su buzón un escueto anónimo: “tenemos el mismo gusto”.

Atrapada en aquel juego, sus noches se tornaron convulsas. Sus más vehementes deseos afloraban en la trama de recurrentes pesadillas.

El fatídico día, Elena creyó vislumbrar su magnética mirada al fondo de un metro abarrotado. Al llegar a la parada se oyeron gritos y disparos. Entró en casa con el corazón en un puño y sintió que se lo arrancaban cuando, horas más tarde, vio en la pantalla aquellos ojos fríos y sin vida.


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Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: La pasión y el deseo



miércoles, 3 de febrero de 2021

El amargo caldo de la tristeza

Vidal nació ochomesino y en plena vendimia bajo el sol escurridizo de un atardecer de septiembre. La expulsión repentina del niño sobre un lecho improvisado de uvas negras provocó que el jugo procedente de los granos al romperse saltara por los aires, salpicando al bebé y a Rocío, su jovencísima madre. La boquita del infante se estrenó degustando unas gotas de aquel líquido violáceo a modo de inusual calostro. Rocío eligió sola el nombre; al padre de la criatura no tuvo ocasión de preguntarle, tenía otros pagos que atender.

El niño fue creciendo entre cosecha y cosecha, al compás intermitente del trabajo de una temporera. En múltiples ocasiones quiso saber de su padre. Al no hallar respuesta, una enorme tristeza enraizó en su interior, haciendo que sus ojos viajaran incansables de un vendimiador a otro en un vano intento de reconocerse en alguno de ellos.

Cuando Vidal tomó conciencia de que el silencio de su madre cimentaba el sustento de ella y el suyo propio, su tristeza derivó en amargura y, acarreando aquellos cestos rebosantes de racimos, se preguntó si su futuro no sería similar al de aquellos frutos cuyo destino inexorable acabaría pisando y exprimiendo.


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Escrito por Juana Mª Igarreta para ENTC - Propuesta: La tristeza o la nostalgia