En un viaje a Boston visitó el Museum of fine Arts y se detuvo ante un óleo de Millet, un sembrador que en actitud decidida esparce las semillas en una tierra sombría y aparentemente árida. Aquella imagen le impactó vivamente, trasladándolo a su infancia en un pueblo pedregoso, donde la vida era dura y a veces trágica.
Su padre le contó que, hacía tiempo, una niña había desaparecido en circunstancias extrañas. Era la hija pequeña de una familia de vagabundos. Dos pobres jornaleros fueron condenados en un juicio sin garantías. La investigación se hizo a toda prisa, sin pruebas fehacientes ni testigos de cargo. Al parecer, las fuerzas vivas tenían mucho interés en echar tierra encima.
Años después, un moderno arado sacó a la luz unos huesos desperdigados bajo la tierra, en otro tiempo baldía. Pero siguió oculta la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario