El armario donde acababa de encerrar a su muñeca tenía
barrotes en las puertas y Julia jugaba con él a las cárceles. Ella nunca había
estado en una cárcel de verdad. Como en la que vivía su papá. Su madre le decía
que no dejaban entrar niños y por eso él solo la conocía por las fotos.
La abuela Alfonsina le solía susurrar a su madre “esta
niña es igualita a nuestro Alfonso”. Un tío que se fue al mismo tiempo que papá
y del que la abuela comentaba siempre “ya no ésta entre nosotros”. Julia no
entendía cómo de su padre, que tampoco estaba, no decía lo mismo.
Foto de Internet |
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