Juan no estaba en su mejor
momento. A pesar de todo, decidió participar en la San Silvestre Salmantina.
Al inicio de la carrera,
atravesando el Paseo de San Antonio, una secuencia de imágenes negativas
ocupaba su mente, actuando como un lastre que agarrotaba sus músculos. Respiró
profundamente y siguió avanzando. Trató de poner orden en sus pensamientos:
consideró que su ruptura con Laura era lo mejor para los dos; recordó la
enfermedad de su padre, y se propuso acompañarlo en esa dura etapa; y en cuanto
al largo y tedioso paro, pensó que tal vez con el nuevo año se abrirían para él
las puertas del mercado laboral…
Cuando, exhausto, con torpes e
irregulares zancadas logró completar el recorrido entrando de nuevo en el Paseo
de San Antonio, unos gritos de ánimo envueltos en aplausos le sacaron de su
ensimismamiento.
Había llegado el último. Pero él
sabía que había ganado.
Participar, a pesar de todo
Juan no estaba en su mejor momento. A pesar de todo,
decidió participar en la San Silvestre Salmantina.
Al inicio de la carrera, atravesando el Paseo de San Antonio, una
secuencia de imágenes negativas invadía su mente, actuando como un
lastre que agarrotaba sus músculos. Respiró profundamente y siguió
avanzando. Trató de poner orden en sus pensamientos: consideró que su
ruptura con Laura era lo mejor para los dos; recordó la enfermedad de su
padre, y se propuso acompañarlo en esa dura etapa; y en cuanto al largo
y tedioso paro, pensó que tal vez con el nuevo año se abrirían para él
las puertas del mercado laboral.
Cuando, exhausto, con torpes e irregulares zancadas logró completar el
recorrido entrando de nuevo en el Paseo de San Antonio, unos gritos de
ánimo envueltos en aplausos le sacaron de su ensimismamiento.
Había llegado el último. Pero él sabía que había ganado.
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Participar, a pesar de todo
Juan no estaba en su mejor momento. A pesar de todo,
decidió participar en la San Silvestre Salmantina.
Al inicio de la carrera, atravesando el Paseo de San Antonio, una
secuencia de imágenes negativas invadía su mente, actuando como un
lastre que agarrotaba sus músculos. Respiró profundamente y siguió
avanzando. Trató de poner orden en sus pensamientos: consideró que su
ruptura con Laura era lo mejor para los dos; recordó la enfermedad de su
padre, y se propuso acompañarlo en esa dura etapa; y en cuanto al largo
y tedioso paro, pensó que tal vez con el nuevo año se abrirían para él
las puertas del mercado laboral.
Cuando, exhausto, con torpes e irregulares zancadas logró completar el
recorrido entrando de nuevo en el Paseo de San Antonio, unos gritos de
ánimo envueltos en aplausos le sacaron de su ensimismamiento.
Había llegado el último. Pero él sabía que había ganado.
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