“Sufría el silencio su muda condición, cuando la oscuridad, sabia consejera que habita las almohadas, le propuso quedar al final del día y ayudar al sueño en su ingente labor reparadora, propiciando que ésta alcanzara al mayor número posible de criaturas.
Juntos tomaron calles y plazas; se colaron en los patios, en las casas. Ella iba atenuando luces; él, acallando ruidos y voces.
A pesar de que a la oscuridad se le olvidó apagar la luna, el sueño logró cerrar infinidad de párpados esa noche. El silencio, viendo la importancia de su cometido, no cabía en sí de gozo y envolvió a la oscuridad con un elocuente abrazo”.
Gorka leía este texto anónimo en el reverso de una hojita de calendario en casa de su abuela Maritxu, mientras ahogaba su emoción mordiéndose los labios. No es que aquellas palabras le conmovieran, le parecían cursis, pero hablaban del silencio, tema obligado en la redacción que debía entregar en clase de lengua al día siguiente.
Una vez leídos los escritos, el diligente don Mariano no tardó en llamar a Gorka. Devolviéndole el trabajo, le dijo: “Toma, se te ha olvidado poner el nombre. ¿O prefieres que siga siendo anónimo?”.
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Escrito por Juana Igarreta para ENTC . Propuesta: Anónimos y/o silencios
Aquella mañana neblinosa de diciembre Ángela halló balanceándose de la viga del sótano el cuerpo de un hombre. Al primer grito de horror al contemplar la tétrica escena, le siguió un segundo todavía más desgarrador al reconocer en aquel rostro desencajado y de ojos desmesuradamente abiertos a su tío Alfonso, desaparecido durante años. La mancha amarilla en el iris de su ojo izquierdo era inconfundible. Ella bien lo sabía, pues en más de una ocasión la tuvo que observar mucho más cerca de lo que hubiese querido. Paralizada, no pudo evitar que una sucesión vertiginosa de oscuros recuerdos se agolparan en su mente. Alfonso siempre fue un depredador de ilusiones. Si una presa escapaba al alcance de su elaborada estrategia de persuasión, siempre conseguía otra; así cayó en sus redes Aurora, la hermana pequeña de Ángela. Todavía peinaba dos preciosas trenzas rubias.
Escrito por Juana Igarreta - Celebración de 10 años de ENTC