Los vecinos ya los identifican sin verlos. Se han convertido en parte del decorado de la noche. Como la luna. El indigente y su perro. El indigente, su perro y su gancho. El indigente, su perro, su gancho y su drama. Este último es el que pasa más desapercibido; porque un hombre que siempre tararea canciones de Frank Sinatra mientras hurga en la basura, da menos lástima que otros indigentes. Y te acostumbras a escucharlo noche tras noche un rato antes de que pasen los camiones de la recogida, como si fuera normal que la miseria tenga una agradable banda sonora.
A Mateo no le gustaban los animales, pero la calle le presentó a Sultán. Siempre revisan primero los contenedores del portal número 11. Mateo sabe que Maruja, la del quinto izquierda, tira muy a menudo alimentos recién caducados. De algo tienen que servir las antiguas juntas vecinales.
Relato finalista
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