Con el barullo de la sobremesa, nadie se dio cuenta cuando Roberto salió del comedor. Acuciado por una repentina necesidad de sosiego, subió al desván. Explorando los ángulos muertos del olvido, encontró un viejo álbum. Unas pocas fotografías amarillentas habían sobrevivido al paso del tiempo. Pese al deterioro, aún pudo reconocerse en aquel niño con trajecito gris. Quizás se parecía al hijo que nunca tuvo. Por cierto, llevaba la misma ropa que le puso su madre el día en que, después de bañarlo en el barreño de zinc, le dijo con voz entrecortada: “Vas a ir a un lugar donde hay muchos niños como tú, allá te harás un hombre de provecho”. Su padre, que aguardaba afuera, pensativo y con los ojos clavados en el horizonte gris, le tomó de la mano y se dirigieron calle abajo a coger el autobús.
Cuando la sobremesa tocaba a su fin, alguien se percató de la ausencia de Roberto y llegaron hasta el desván en su búsqueda. Desde allí se podía contemplar la copiosa nevada. Las huellas de un hombre y un niño, que salían de la casa, dibujaban un misterio que se perdía en el horizonte.
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Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: La tristeza o la nostalgia
Uyyy qué final!! De esos que te retuercen las tripas. Suerte.
ResponderEliminarBesicos muchos.
No pretendía ser tan retorcido, pero te dejas llevar... De todos modos, que sea leve. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
EliminarMe parece un relato precioso en la tristeza que describe. Desde el momento presente, volver al pasado a veces duele, y en el relato ese dolor se muestra claramente.
ResponderEliminarMe quedo con la frase "explorando los ángulos muertos del olvido"...me parece muy buena.
Suerte y un saludo.
Pues sí, volver al pasado puede resultar doloroso, pero a veces te sorprenden recuerdos dormidos, que te despiertan sensaciones olvidadas. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo. Javier Igarreta
La verdad que sí, se te encoge el corazón con esta lectura. Enhorabuena, Javier
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