Después del ensordecedor trabajo
acude a una sesión de silencioterapia. Pero desde que ella también asiste,
colmando la sala de una callada voluptuosidad, su corazón pulsa fragoroso cual
tambor, perturbando el sosiego de su silente paraíso.
No sabe a quién reclamar: si al
local, a ella, o a su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario