Lucas espera
a que los niños estén dormidos para estallar. Últimamente los vestidos de Julia
se le antojan demasiado cortos y las cenas que comparte con sus compañeros de
trabajo excesivamente largas. Los gritos se clavan en los oídos de ella como
alfileres en un acerico.
Julia le
reprocha falta de confianza, pero piensa que sus celos, en el fondo, son una
prueba de amor. Por eso perdona las palabras ofensivas que Lucas le dirige
cuando pierde el control.
Al día
siguiente, en la oficina, ella trata de dilucidar porqué su relación con Lucas,
modélica a los ojos ajenos, se ha tornado quebradiza como una hoja en otoño. Por
un momento clava los ojos en el rojo rubí que luce en su dedo corazón, y juraría
que ha perdido repentinamente su fulgor primigenio.
“¿Qué harías
tú sola con los niños? ¿Qué pensarían
ellos de su padre?”, se pregunta una y otra vez.
Es viernes y
un ramo de fragantes rosas rojas le espera en la mesita del vestíbulo. Y decide
darle una nueva oportunidad.
No pasa
mucho tiempo hasta que Julia recibe un último obsequio de Lucas: una gran caja
de bombones. Es roja, a juego con su mejilla.
Imagen de Internet |
Escrito por Juana Igarreta para Esta noche te cuento
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