Al otro lado de la ventana ocurren cosas muy raras. Y no
porque desfilen ante mis ojos ejércitos de nubes negras, ni porque la luna
entre algunas noches en mi habitación, descarada y rotunda, con la ventana
cerrada. Sino porque, estando postrado con fiebre en mi cama, me ha parecido
ver en la casa de enfrente tu silueta, papá, fundirse con la de Ariadna.
Tiene razón mamá cuando dice que por mucho que limpie los
cristales, siempre quedan indelebles sombras extrañas.
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