“Maldita sea, me lo temía”, escucha
Ángela musitar a Oscar Luis, su flamante marido, que sin darle opción a profundizar
en dichas palabras desaparece de su vista.
Minutos después, una joven entra en la
cafetería, pisando marcial sobre el suelo de tarima flotante. Se acerca a la
barra y, escudriñando sus alrededores, pide una infusión que Ángela le sirve diligente.
En breve espacio de tiempo, tras pagar
la consumición, la joven sale presurosa del local. En el fondo de su taza, una
alianza oculta su brillo y ahoga en manzanilla la promesa guardada tras la
siguiente inscripción: “Oscar Luis 12-4-2015”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario