miércoles, 2 de abril de 2025

Correspondencias

Mi abuela Úrsula acaba de fallecer. Era una mujer de pocas palabras, pero recuerdo oírle decir en varias ocasiones que “las personas somos como maletas con un doble fondo en el que guardamos secretos inconfesables”.

Si en vez de morirse ahora, la abuela se hubiera muerto un tiempo más tarde, el cartero no habría podido acercarse a darnos el pésame. Porque, según me ha dicho mi madre, en unos días se irá con su familia muy lejos a trabajar en su nuevo destino.

Si no se hubiera muerto la abuela, yo no habría conocido al cartero, porque, normalmente, cuando él hace el reparto de la correspondencia yo suelo estar en el colegio. Y no me habría asombrado del enorme parecido que guarda con mi padre, fallecido en accidente de coche y cuya foto mi madre siempre lleva en su cartera.

Como ahora la abuela ya no está, le tendré que preguntar a mi madre si en el doble fondo de su maleta cabe mi padre vestido de cartero.


lunes, 31 de marzo de 2025

El que no corre, vuela

Aunque faltaba poco para cumplirse el plazo, se enteraron de que todavía podrían sortear los estrictos controles establecidos por el nuevo sátrapa. Al menos uno de ellos podía llegar a tiempo.

Pese a su aparatosa tara Ladislao confiaba en sus posibilidades. Siempre había sido capaz de abrirse paso con soltura. Con la verdad por delante y muleta en ristre movía a la gente a compasión, de manera que aquel hándicap tan notorio llegaba a convertirse en una ventaja. Más de una vez logró colarse de rondón en situaciones en que una prolongada espera hubiera supuesto cuando menos una exasperante pérdida de tiempo y quién sabe si un riesgo para su vida.

Sabiendo con quién se la jugaba Sebastián iba de sobrado, confiando sobre todo en sus dotes de consumado embaucador. Cuando llegó al último control estaba exhausto y sin argumentos. Un viejo compañero de fatigas reconvertido en policía de fronteras se la tenía guardada. Sabiendo de qué pie cojeaba le preparó una encerrona y tras pillarle en un traspiés lo detuvo. Al ver a Ladislao a salvo, alardeando de su cojera y con la muleta a guisa de trofeo, Sebastián masculló para sus adentros “¡Malditos refranes!”.


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Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: La mentira

domingo, 9 de marzo de 2025

Menú especial

(Propuesta 1)

Un joven entró acelerado en el comedor ocupando una de las mesas del fondo. Al ofrecerle la carta, le dijo a Luis, el camarero: “Ya sé lo que quiero. Lo primero, que confíe en mí. Después, consígame rápidamente un atuendo de cocinero, me están buscando y necesito salir camuflado del restaurante. Ah, que sea holgado, debo ocultar la pistola que llevo encima. Y por último, le ruego que acepte esta alianza en pago a su favor”.

Luis, atemorizado, le entregó el uniforme.

Leyendo la inscripción de la alianza, entendió el guasap de su madre apremiándolo a que la llamara urgentemente.



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(Propuesta 2)

Lucas emplataba los postres cuando recibió la noticia de la muerte de su abuelo. Pensando en lo poco que lo había visto últimamente, sintió una enorme tristeza. Aunque intentó sobreponerse rápidamente, no pudo evitar que un reguero de lágrimas cayera sobre uno de los flanes. Las prisas hicieron que en lugar de desecharlo acabara en la mesa de Mateo, un comensal de confianza.

Mateo, antes de marcharse, le dijo a Lucas que el flan le había sabido a gloria. Y Lucas, desconcertado, se preguntó cómo sería entonces el sabor de la pena.


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martes, 4 de marzo de 2025

Menú especial


Menú especial (1)

Cuando vio al minino subirse a la parra recordó que en situación parecida ella había hecho el ridículo. Pero viéndole comerse las uvas no pudo evitar que se le hiciera la boca agua. Más de una vez lo tuvo al alcance, pero nunca se decidió a hincarle el diente. Su dulzura le inspiraba ternura. Pero de pronto le resultaba apetecible. ¿A quién le amarga un dulce?

Dispuesta a no tropezar de nuevo en la misma parra, comenzó a trepar suprepticiamente. Con un sutil quiebro el gatito evitó convertirse en manjar. La zorra pagó cara su osadía. ¡Menú….do batacazo!


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Menú especial (2)

Su eminencia era amigo de la buena mesa pero un día de difuntos requería un ágape frugal. Su ánimo flaqueó ante unas «alcachofas al infierno». Excusándose por la «blasfemia» reconoció que estaban divinas. Sin tiempo para reponerse, sus fosas nasales detectaron en la olla podrida un atisbo del paraíso.
Y los postres? Oooooh, los postres!!!
Los «buñuelos de viento» estaban como para echarse a volar. ¿Qué decir de los «huesos de santo»? De muerte. Cómo colofón, un «tocino de cielo» sólo para bienaventurados . Renunció al café por excitante y al vinito dulce de las Camaldulenses por su fama de afrodisíaco.

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domingo, 9 de febrero de 2025

Peldaños con años

Antes de que me lo pregunte, yo se lo cuento. Estar aquí se lo debo a una escalera. Mi intención era alcanzar el altillo del armario, pero no esperaba llegar tan arriba. Era una escalera de esas de tijera. Ni yo sé desde cuándo estaba en casa. Todo fue por mi cabezonería en hacerme con la caja de fotos en blanco y negro. Eran fotos de mi infancia. La infancia ya sabrá usted lo que marca. Sin esas fotos me sentía como si me hubieran arrancado un trozo de mi vida. Porque están también los recuerdos, claro, pero ésos a veces van cambiándose caprichosamente en nuestra cabeza. Mi Eulogio, sin ir más lejos, contaba cosas nuestras que yo nunca viví. Las fotos son otra cosa, sobre todo las antiguas. Te ves tal cual, sin trampa ni cartón. Mis preferidas eran las de las comedias que por Navidad hacíamos en el colegio. En una aparezco vestida de Virgen María, y en otra de angelito. Yo siempre he sido de esas cosas, ¿sabe?

_ ¡Al fin te despiertas, mamá!, ¡menudo susto nos has dado!

_ ¿Eres tú, Fernando? Cuánto tiempo sin verte. Con esa barba pareces…, pareces San Pedro.



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viernes, 17 de enero de 2025

Música celestial

La escalera que arrancando desde el pasillo contiguo al refectorio subía al piso donde se encontraban las celdas, parecía diseñada según las directrices de alguna tortuosa mente. Tan anárquica sucesión de tramos, giros y descansillos, sin duda respondía a algún secreto motivo. En un lugar indeterminado del laberíntico desvarío un pequeño recoveco daba lugar a una exigua capillita, suficiente para encajar una extraña pintura. Bajo la alquímica cobertura del óleo ocultaba su identidad un personaje representado de espaldas.

Aquella noche, poco antes de la hora de Maitines, la abadesa Hermenegilda Dunord tuvo uno de sus cíclicos arrebatos. Contraviniendo la lógica propagación del eco, su grito recorrió las más enigmáticas anfractuosidades de la escalera. Transformado en obsesivo lamento fue modulando sus notas hasta trocarse en subyugante armonía. Severo Manontroppo, inquisidor de infausta memoria, no pudo permanecer por más tiempo impasible y desprendiéndose de su anclaje en el pasado dio la cara. Tras contemplar en la trama del lienzo su terrible impronta esbozó una mueca ambigua, recompuso su figura y se dejó seducir por los liberadores matices de la melodía. Sus acariciantes inflexiones le hacían presagiar un acorde perfecto. La abadesa siempre estaba dispuesta a dar el do de pecho.


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Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: Escalera.