Tras una reforma integral, concedió un periodo de puertas abiertas. La gente acudía intrigada y se dejaba seducir por el metafísico atractivo de aquel espacio vacío. La deslumbrante ausencia de todo les liberaba del acuciante acoso de las cosas, permitiéndoles percatarse de la presencia del otro. Algunos, incluso se encontraron a sí mismos. “Hay que vivir la experiencia” se convirtió en algo más que un slogan y aumentó la demanda de sentirla. Sin embargo, a los pocos días el local fue clausurado sin contemplaciones. Un documento del Departamento de Usos y Actitudes señalaba “que aquel peligroso montaje woke, fomentaba tendencias atentatorias contra la sociedad que con sumo esfuerzo formamos entre todos. Aunque, de momento, parecía algo incipiente y cosa de frikis, se hacía preciso echar por tierra un posible nicho de negocio”.
![]() |
Imagen de Internet |
Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: lo incorrecto