viernes, 17 de enero de 2025

Música celestial

La escalera que arrancando desde el pasillo contiguo al refectorio subía al piso donde se encontraban las celdas, parecía diseñada según las directrices de alguna tortuosa mente. Tan anárquica sucesión de tramos, giros y descansillos, sin duda respondía a algún secreto motivo. En un lugar indeterminado del laberíntico desvarío un pequeño recoveco daba lugar a una exigua capillita, suficiente para encajar una extraña pintura. Bajo la alquímica cobertura del óleo ocultaba su identidad un personaje representado de espaldas.

Aquella noche, poco antes de la hora de Maitines, la abadesa Hermenegilda Dunord tuvo uno de sus cíclicos arrebatos. Contraviniendo la lógica propagación del eco, su grito recorrió las más enigmáticas anfractuosidades de la escalera. Transformado en obsesivo lamento fue modulando sus notas hasta trocarse en subyugante armonía. Severo Manontroppo, inquisidor de infausta memoria, no pudo permanecer por más tiempo impasible y desprendiéndose de su anclaje en el pasado dio la cara. Tras contemplar en la trama del lienzo su terrible impronta esbozó una mueca ambigua, recompuso su figura y se dejó seducir por los liberadores matices de la melodía. Sus acariciantes inflexiones le hacían presagiar un acorde perfecto. La abadesa siempre estaba dispuesta a dar el do de pecho.


Imagen de Internet

Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: Escalera.

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