Una bella catedral ha renacido de sus cenizas. Numerosos dirigentes de todo el mundo han sido invitados a su reapertura. Hay indignación por algunas ausencias, pero nadie se cuestiona ninguna de las presencias.
En el interior del templo, rebosante de almas y de algún que otro desalmado, se suceden los discursos de las autoridades competentes, duchos en llenar el tiempo con palabras vacías. Pero cuando el arzobispo de la ciudad habla de paz entre los pueblos, la cámara enfoca al mandamás de los altos mandatarios, que con sus manos enlazadas en actitud beatífica escucha impertérrito el sermón. Él, que ha prometido expulsar de su país a todos los delincuentes sin papeles, se siente sin embargo muy cómodo en su papel de delincuente. Aun teniendo varias causas pendientes con la justicia, sus incondicionales lo han vuelto a sentar en el sillón presidencial.
Una bella catedral ha renacido de sus cenizas. No muy lejos de allí, con el beneplácito de algunos de los que hoy contemplan embelesados el resurgir de Notre Dame, las guerras siembran cada día la tierra de cadáveres. ¿Quién los hará renacer?
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Imagen de Internet |
Escrito por Juana Igarreta para ENTC - Propuesta: Nepakartojama o irrepetible.
No podría estar más de acuerdo con la esencia del relato, Juana. El que la humanidad tenga la capacidad de destruirse a sí misma, tanto de manera directa como indirecta, es una evidencia más de que posiblemente no sea la especie más inteligente del planeta.
ResponderEliminarBuen intento.
Un saludo y felices fiestas.
Desde luego. Alguien dijo que a medida que las máquinas se iban pareciendo a los hombres, los hombres de iban pareciendo a las máquinas. Cada vez más tecnológicos pero menos sensibles. La compasión empieza a ser una palabra moribunda. Muchas gracias, Alfonso. Saludos y Feliz Año 2025.
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