jueves, 22 de abril de 2021

Encrucijada

Tras meditarlo concienzudamente, Eduardo abandonó su carrera, aquel camino que había empezado siendo niño. De pronto se encontraba extrañado en el mundanal ruido, ante un futuro incierto. Ocupaba su tiempo ayudando en casa y a veces visitaba una librería de viejo. Allí trabajaba Laura. Una tarde que le vio afanado entre los montones de libros se acercó para ayudarle. Pillado por sorpresa, Eduardo fue incapaz de articular una excusa coherente y buscó la salida azorado.

Tras varios días fustigándose por su absurda reacción, volvió a la librería esgrimiendo una disculpa excesivamente alambicada.

Olvidado aquel percance su conversación se hizo más fluida, aunque con una clara tendencia a salpimentarla con matices que invitaban a adjudicarle una cierta posición.

Una mañana, Laura pasó casualmente por su barrio y le saludó, tan amable como sorprendida. Eduardo, que barría la acera ante la portería de sus padres, sintió que el suelo se hundía bajo sus pies, mientras se teñía de rojo su incontrolado amago de sonrisa. Aún fue capaz de blandir la escoba como un malabarista, antes de balbucir: “Aquí, ya ves, pasando el rato”. Laura se hizo cargo de la situación y obvió cualquier atisbo de crueldad con un gesto aséptico.


Librería Boulandier (Bilbao) - Imagen de Internet



Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: La confusión y la vengüenza

2 comentarios:

  1. Buena apuesta, Javier. Juventud divin teseoro...
    Besicos muchos.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por pasarte y comentar, Nani. Lástima que el "divino tesoro" me lo haya robado el tiempo. Besos tembién para ti.

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