sábado, 22 de junio de 2019

Secuencia en blanco y negro

Clara se estremece al observar en el altillo su vestido de novia. Subida en la escalera rememora aquellos días en los que cogida del brazo de su madre recorrió la ciudad en busca del soñado modelito blanco, presa de la indecisión ante el abanico de tonalidades: blanco nuclear, blanco roto, marfil, hueso, perla, hielo… Eligió, ¿premonitorio?, el blanco roto.
Desasosegada, alcanza y rasga con sus afiladas uñas el fino envoltorio de tintorería.

Recuerda cómo su madre consiguió con sutil determinación que cayera rendida en los brazos de Marcos, un ilustre abogado de seductora labia y siempre vestido de punta en blanco. Oropeles que perdieron su brillo pocos besos después de la luna de miel.
Fuera de sí, abre la cremallera de interminables dientes y acomoda a su escuálida figura el traje nupcial. Percibe, aumentando su crispación, la ausencia del lazo de raso que el día de la boda abrazaba la brevedad de su talle.
La mañana es diáfana. El sol reverbera sobre las múltiples lentejuelas del albo vestido. En un sombrío rincón del profundo armario ropero permanece perdido el satinado cinto, interrumpiendo la escena que podría oscurecer para siempre esa habitación de blancas paredes.

Imagen de Internet

1 comentario:

  1. Deberían estar prohibidas todas las cosas de un solo uso.
    Todas.

    Saludos,

    J.

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