sábado, 22 de junio de 2019

Llamadas que no llegan



Quizá ocurra mañana, piensa una noche más. Antes de acostarse, se prueba uno de sus trajes para confirmar que todavía le sirve.

Durante la larga espera, ha superado el vértigo inicial que sentía al entrar en el comedor social, ha cambiado el pádel de los sábados por el paseo, y ha comprobado que del apretado racimo de amigos que llegó a tener, apenas le llaman dos. Pero lleva peor lo de su madre; hoy nuevamente le ha dejado la misma cantinela en el contestador: “Hijo, no hay manera de pillarte en casa, ese trabajo tuyo te va a matar. Llámame”. Y así una y otra vez.




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