En las mañanas de invierno, la capilla del internado era un auténtico
páramo y los jóvenes postulantes, siguiendo
las recomendaciones del prefecto, intentaban transformar su fervor espiritual
en calor corporal. Entretanto, los piadosos frailes, parapetados al fondo del
oratorio y flanqueados por estufas de gas, meditaban recogidos en místico
duermevela.
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Pudieron haber elegido no quedarse en medio de tanto frío, revelarse, irse de un templo tan inhóspito como innecesario, arrebatarle la estufa a los frailes, muchas más cosas que una simple espera...
ResponderEliminarSaludos,
J.