Hoy, Elisa cumple ochenta años. Como cada día, sus
nudosos dedos abren la cajita nacarada en la que guarda con celo unas desvaídas
fotografías en blanco y negro. Observándolas, se pregunta una vez más cómo pudo
perder su instantánea preferida. En ella, Elisa de niña, todavía conservaba su
espléndida melena. Luego, en el gueto,
era un lujo tener el pelo largo, pues escaseaba el jabón y el agua
caliente. Los recuerdos de su Budapest natal pueblan su mente y convulsionan su
corazón. Nunca ha vuelto a la ciudad del
Danubio, que abandonó bajo las alas del "Ángel de Budapest".
Jacob estudia Bellas Artes. Ha heredado el espíritu
creativo de su abuela Elisa. Hoy, junto a su primera acuarela enmarcada,
entregará a su abuela un sobre conteniendo dos billetes de avión. Volarán
juntos a la tierra de los magiares. Elisa intentará azulear los días grises de
su infancia.
En una antigua galería de arte del Barrio Judío,
ella se reconoce en un sombrío óleo. Se emociona al encontrarse con aquella
niña de largos cabellos cobrizos y mirada despierta.
Un anciano, tocado con la kipá, avanza hacia ellos
al tiempo que sus trémulos dedos hurgan en su cartera.
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