Abandonó
su maleta cargada de sueños no cumplidos en el andén de los desengaños, y con
su dolido corazón envuelto en una coraza de resentimiento salió a vengarse del
mundo. Aprendió impasible a adentrarse en la oscuridad de las miradas más
tristes. Disfrazado de sabio y maquillado de comprensión, se sorprendió a sí
mismo erigiéndose en un falso gurú. Con palabras balsámicas pronunciadas en
seductor bisbiseo “querer es poder, todo es cuestión de control mental…” exploraba
sin vértigo insondables abismos emocionales, iluminando momentáneamente a los
huérfanos de confianza y parcheando penas a aquellos que lo escuchaban.
Imperturbable, hizo una rentable profesión de sus habilidades. El mercado a
conquistar era amplio, pues muchos eran los sufridores; muchos los que ansiaban
ver ensanchado su horizonte de esperanza. Un
día, saturado de éxito y de dinero, pero no de felicidad, se cansó de viajar y quiso recuperar su maltrecho
corazón de la consigna del olvido. Se deshizo del pesado envoltorio y lloró por
todo lo que había hecho, visto y vivido. Su corazón derramó el último latido,
al mismo tiempo que sus ojos pulsaban las últimas lágrimas.
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