La casa ha comenzado a
llenarse de hormigas y, quizás, no es lo peor que ha podido pasarme. Después de
la brutal paliza creía estar muerto, pero, al sentir el cosquilleo producido
por el suave roce de sus diminutas patas recorriendo cada recoveco de mi
cuerpo, he recuperado la consciencia. Lo que no sé es cuánto tendré que esperar
amordazado y maniatado en la silla de mi habitación.
Imagen de Internet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario