Caía la noche en densos copos cuando Ismael nació en aquel
viejo pesquero a la deriva. El grito desgarrador de su madre al expulsarlo
interrumpió el sueño del océano. Y cuando el primer llanto del infante rozó el
aire, las aguas se alzaron curiosas, formando alrededor del buque una cortina
de olas de erizadas crestas. El alboroto llegó hasta la misma luna que, retirando
el velo tejido de nimbos de la esfera de su cara, iluminó la desoladora escena. Y la lástima la
embargó haciendo estremecer hasta el último de sus cráteres. Desde su otero
celeste gobernó como nunca las aguas, empleando a fondo sus dotes magnéticas. Y
fueron las olas con sus brazos de agua las que empujaron la embarcación hasta
la playa. Y fueron las olas con sus lenguas de espuma las que dieron la voz de
alarma.
Imagen de internet |
Una curiosa forma de llegar, pero salvado por las olas obedientes a la luna, muy poético y misterioso.
ResponderEliminarSaludos.
Agradezco mucho tu visita y amables palabras, Alfred. Saludos
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