Al amanecer, aquel primer beso
iluminó sus sentidos.
Al mediodía, mezclaron caricias y sabores en perfecto maridaje de pasiones.
En el ocaso, eran dos mares de voluptuosas olas desbordándose en sus orillas.
Y ya era noche cerrada
cuando, una vez pasó la tormenta del deseo, el placer se tornó sosiego.
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