Cuentan de un sabio que un día
salió a recoger sus hierbas
y buscando las más tiernas
vio que algo refulgía
allá al fondo de la senda.
¿Será oro?, entre sí decía,
¿tal vez un guiño de sol?
Aunque tarde, comprendió
cuando vio que su colega,
obviando presto las hierbas
sacaba un broche de perlas
de la duda que él meció.
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