miércoles, 20 de septiembre de 2023

Mano de santo

Sentada ante el tocador, Amelia examinaba, como cada noche, aquella manchita de aspecto zoomorfo que según el abuelo añadía personalidad a su cara. La crema que mamá había traído de Polonia no acababa de hacer honor a su milagrosa fama, y Amelia comenzaba a perder la fe. El abuelo solía decir que mezclar las creencias con la química podría acarrear efectos imprevisibles. Pero Amelia quiso dar un voto de confianza al producto. Antes de acostarse se aplicó una cantidad generosa de pomada, y masajeó religiosamente su problema. Con la vista fija en el espejo, contemplaba el incipiente declive de la tersura de su rostro. Ni siquiera se percató cuando fue absorbida por su propio reflejo. Una vez reducida a pura imagen y transferida al núcleo especular, quedó inmersa en un difuso limbo de azogue. Merced a la acción solidaria de antiguas miradas, cautivas en el lado oculto de la luna, se vio liberada de su original mancha. Una imprescindible vuelta de tuerca le permitió salir del trance, poniendo las cosas en su sitio.

Cuando su madre la vio surgir del cristal reflectante, monda y lironda, no se lo podía creer. El abuelo no paraba de hacerse cruces.


Imagen de Internet


Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: Más vale tarde que nunca

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