viernes, 13 de diciembre de 2019

Alada obstinación

Una moscarda azul lleva días instalada en el salón de mi casa. Sabedora de que estos insectos están disminuyendo, lo que al parecer es una clara evidencia del cambio climático, he aprendido a mirarlos con cierta consideración. Antes, su sola presencia desencadenaba en mí una intensa sensación de repelús y, pertrechada de escobón o bayeta de polvo, encaramada sobre las sillas o inspeccionando bajo los muebles, no cejaba en su persecución hasta hacerme con la presa. Ahora, a mis ochenta años, con la ventana abierta y suaves movimientos de mis manos, intento persuadir a esta criatura para que recupere su libertad; ella, obstinada, se resiste una vez tras otra y sigue jugando al escondite, a veces llenando la estancia de un grave zumbido.

Esta mañana un tímido rayo de sol se cuela entre las cortinas impactando sobre “Azul”, uno de los libros que habitan la estantería. La moscarda se ha posado en él, exhibiendo su brillante caparazón aturquesado y las transparentes filigranas de sus alas. Yo me pregunto, ¿estará ya jubilada de su función polinizadora? He leído también que ayudan a la descomposición de los cadáveres. Espero que no sea el mío.

Imagen de Internet


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