domingo, 3 de noviembre de 2019

Marronazo

Nunca pensé que lo nuestro fuera para siempre. Y mira que era difícil no dejarse embaucar por aquella mirada. Por no hablar de tu verborrea , ligeramente cursi. Pero pronto supe que tu concepto del tiempo cabía en un Rolex. Fue cuando te ascendieron y te hiciste adicto a las reuniones de trabajo, en realidad cenas rematadas con alcohol y lo demás. Frecuentemente llegabas de madrugada y te delataba el aliento. Y aquella estúpida mirada anclada en el vacío. Nuestra relación llegó a un punto muerto y te pusiste pesado queriendo retomar lo que nunca llegó a cuajar. Apareciste con un sorprendente cambio de look, intentando convencerme de que eras otro. Casi lo consigues con tu caja marróns glacés, mientras en tu nuevo coche atronaba el “Brown sugar”. No hubieras soportado una negativa, pero mi indiferencia te sacó de quicio. Te quedaste sin palabras y me levantaste la mano, pero te paré los pies. Nunca pensaste que tu chica pija, la modosita niña de papá, te saldría rana. Me siento orgullosa de haberte defraudado. Al fin y al cabo tú tampoco eres la joya que vendía tu mamá.

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