sábado, 31 de agosto de 2019

Una bala perdida


Mientras escribía en aquel café vienés, intentando de una vez por todas matar los fantasmas del pasado, Jennifer recibió un disparo procedente del dorado atardecer que se colaba por una vidriera “art decó”. La bala atravesó su cráneo, invadiendo la región donde dormían sus recuerdos. Y encontró, a su paso, la borrosa y odiada imagen de su padre junto al secreto deseo, formulado en su lejana infancia soplando sobre las cipselas del diente de león. La bala perdida salió horrorizada y, pasando por alto la lógica balística, se dirigió hacia un rancho de Montana, alcanzando en pleno rostro a aquel viejo granjero que, incapaz de soportar por más tiempo la mirada acusadora, acababa de disparar a bocajarro sobre el amarillento retrato de su hija desaparecida. La luz cegadora del sol de Yelowstone iluminó aquel escenario de sangre y cristales rotos.

2 comentarios:

  1. Ciertas balas no deberían cumplir con las normas de la física, o de la lógica. Otras nunca deberían ser disparadas.

    Saludos,

    J.

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  2. Magnífico relato, con qué síntesis nos muestra toda una historia. Me ha encantado.

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