Sólo supieron de su doble vida cuando
la perdió. Un amigo en común las presentó en el depósito. Lo siento, dijo
encarna, con cara de circunstancias. La viuda miró al finado como si quisiera
rematarlo. Después, el tiempo caprichoso hizo de las suyas. Y ellas tan sólo se
dejaron querer.
Ya estaba todo dicho, ¿qué otra podrían hacer?
ResponderEliminarSaludos,
J.