Una mosca zumbona revoloteaba ante un
brillante y pulido espejo y, tras una concienzuda labor de reconocimiento, se
posó con narcisista estupefacción, pasmada ante la perfecta simetría entre la
realidad y su reflejo. Pero tan poética veleidad se convirtió en irrenunciable
tentación para la prosaica avidez de una astuta araña.
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