Bernardo Soares se durmió sin pérdida
de tiempo en busca de Proust. En una librería de viejo, junto al Gran Canal,
encontró a Ulises, desencuadernado tras mil travesías, y a Alonso Quijano, lanza en ristre sobre una
sobada cubierta. Cuando despertó, desasosegado por unas fúnebres campanadas,
Fernando Pessoa estaba allí.
Imagen de Internet |
Me encantaron tus ex-libris, JUANA; especialmente las travesías desencuadernadas de Ulises... ¡Qué gran libro La Odisea!
ResponderEliminarUn beso grande desde Neuquén, Argentina.
Mil gracias por pasarte y comentar, Mariángeles. Se lo hago saber a mi hermano Javier, pues él es el autor de este micro publicado en "Cincuenta palabras". Otro besazo desde Pamplona.
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