Daniela pedalea enérgicamente en la
bicicleta fija del parque. De vez en cuando mira de reojo a Ibrahím, que a pocos metros de ella ejecuta
ejercicios evocando con su atlética
figura la de los deportistas olímpicos.
Y en verdad Ibrahím es todo un campeón, ya que su vida viene siendo una
interminable carrera de obstáculos. Para huir de su país natal, en el
que vio naufragar sus escasos planes de futuro en un cenagal de injusticia y
desesperanza, ha tenido que demostrar ser un extraordinario corredor velocista,
sortear altísimas vallas coronadas de afiladas cuchillas y ocultarse como un experto escapista en las
situaciones más inverosímiles.
Nunca olvidará la noche en la que tras hundirse su maltrecha lancha
neumática consiguió junto a otros compañeros alcanzar la costa. Desde entonces puede
vérsele de feria en feria, siempre dispuesto a batir su propia marca cada vez
que, en las agónicas jornadas de vendedor
furtivo del top manta, debe salir
huyendo del control policial.
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