Aquel cuento era tan mediocre que hasta las palabras se avergonzaban de formar parte de él. Una noche, mientras el escritor dormía, las palabras decidieron marcharse. Pero observando el páramo de aquel folio en blanco, las tres primeras palabras, compasivas, acordaron volver. Ellas darían una nueva oportunidad a su imaginación.
Érase una vez... tres palabras mágicas que más temprano que tarde nos quitan la mediocridad y el miedo a la página en blanco.
ResponderEliminarMe encantó tu cuento, Juana.
Cariños,
Mariángeles
Mil gracias, Mariángeles, por tu agradable visita y comentario. Prometo pasarme por tu blog y dejarte mi saludo.
ResponderEliminarUn beso