Cuando éramos pequeños el abuelo nos leía cuentos. Ahora, que
hemos crecido, nos lee sus propios relatos. Últimamente le ha dado por el
género de terror y la abuela le dice que se está pasando de la raya, que esa
afición suya resulta ruinosa.
Describe con tanta pasión las escenas que hasta
los bolígrafos se contagian de miedo. Los dos últimos los ha tenido que tirar;
al primero, en plena persecución de un hombre con cuchillo a una joven, se le
heló la tinta; continuó la escena con un boli nuevo, pero en cuanto el cuchillo
rozó a la chica, la tinta se volvió rojiza y viscosa, formando coágulos que impedían
la escritura.
Y menos mal que no se utilizaban los bolígrafos como arma homicida, porque hubieran quedado traumatizados para la eternidad.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, tienes razón, Pepe Cahiers, no se me había ocurrido verlo así. Gracias por pasarte y comentar. Saludos
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