jueves, 23 de febrero de 2023

La desaparición de Aitana

Aquella apacible tarde otoñal el parque rezumaba algarabía. Los niños se disputaban los columpios como una camada de gatitos las mamas de su madre. Seguir los movimientos de cada pequeño tras el velo cegador del sol a la altura de los ojos era una auténtica proeza visual.

La desaparición de Aitana fue fruto de la habilidad de unas manos que, actuando al dictado de unos ojos vigilantes de otros ojos, los de la madre de la niña, se hicieron con la presa en unos fatales segundos de distracción. No fue casual que fuera Aitana la elegida: sus gritos imposibles la hacían más vulnerable.

Si el espejo del armario de luna del piso alquilado de Palmira pudiera poner palabras a los reflejos devueltos desde su pátina de azogue, hablaría de dos imágenes: la primera, de una mujer morena de planta erguida y  atractiva madurez; la segunda, de una afable anciana de cabello plateado que se pasa horas frente al armario practicando el lenguaje de signos. Dos aspectos para una misma mirada; y en el fondo de la misma, el obsesivo anhelo de ser madre.


Imagen de Internet

Escrito por Juana Mº Igarreta para ENTC - Propuesta: Las apariencias engañan

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