Al cumplir los doce le regalaron ese barco pirata que siempre
había soñado. Para entonces su corazón y el de Alazne latían acordes.
Cerrando los ojos sopló las velas con toda su alma y, al
abrirlos, contempló cómo la nave se alejaba veloz, perdiéndose en el mar de su
infancia.
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