Pese a sus proporciones bíblicas, el
valle parecía desbordado, pero la carne continuaba tomando cuerpo en las almas
errantes. El abogado del diablo y el de las causas perdidas intercambiaban
estrategias, mientras los arrepentidos tardíos se flagelaban compulsivamente.
Entonces se abrió el cielo, tronó la palabra y todo quedó sentenciado.
El juicio final, 1585. Jean Cousin, el joven. |
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