domingo, 23 de junio de 2024

Tiempo de contemplación

A Sabina le gusta su casa como está. Con los suelos salpicados de arañazos y quejumbrosos bajo las pisadas. “A esta casa y a mí nos sucede lo mismo: que somos viejas”, suele comentar a las escasas visitas que recibe. Sus sobrinos no entienden cómo puede vivir rodeada de tantas antiguallas. Pero ella, octogenaria y avezada en soledad, percibe en cada cosa el aliento de los que se fueron. Contemplando los ajados tapetes trabajados a ganchillo, rememora las hábiles y laboriosas manos de su madre; reconoce todavía en cada cuadro la pericia de su hermano con los pinceles; presiente, dormidos sobre la gran mesa del viejo comedor, los ecos bulliciosos de las prolongadas comidas familiares de antaño.

Hoy Sabina se ha levantado temprano. Tiene que reencontrarse con una amiga muy especial. El deseo de volver a verla aumenta tras cada tormenta.

Al llegar, fatigada y sudorosa, observa con alivio y deleite que su amiga centenaria sigue conservando su magnífico porte. Consciente de que puede ser la última vez que la contempla, le dedica un abrazo largo y efusivo, mientras se lamenta de parecerse a ella únicamente en el nombre.


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Escrito por Juana Igarreta para ENTC - Propuesta: Wabi Sabi - Nada dura para siempre, nada es perfecto.

sábado, 22 de junio de 2024

La última morada de Kenzo


Kenzo hacía tiempo que no visitaba aquel lugar. Motivos de trabajo le habían llevado por todo el mundo, pero al perder a Masumi sintió la necesidad imperiosa de poder volver a la pequeña casa de la montaña. Allí esperaba encontrar ecos de su voz serena y reminiscencias de sus pasos quedos. No en vano todo aquello era obra suya y pese al relativo abandono conservaba en cada detalle huellas de su sensibilidad zen.

Cuando llegó, la luz invernal del atardecer entraba atenuada bajo los amplios voladizos y, filtrándose a través de los khojis, envolvía la estancia en una suave sombra. En un lateral destacaba el sobrio Tokonoma, realzado por un desplegable de estilo Nihonga. En medio de un tatami, restos de adornos florales componían en un casual Ikebana un elogio a la decadencia.

Una mañana Kenzo quedó ensimismado viendo el sol insinuándose tras los carámbanos que colgaban del alero. Poco a poco su gélida dureza comenzó a fluir en un constante tintineo de gotas de agua. Acompasado con aquel metrónomo, Kenzo perdió la noción del tiempo. Antes de que el sol alcanzara su zenit, Kenzo se disolvió en el Tao.


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Escrito por Javier Igarreta para ENTC - Propuesta: wabi sabi o nada dura para siempre, nada es perfecto