Aurora ha vuelto a casa. Tras la puerta, habitando el pasillo, le esperaba el reloj de péndulo heredado de sus padres, que como fiel vasallo del tiempo ha seguido marcando las horas. Escuchar de nuevo su monótono tictac es para ella, profesora de música jubilada, la más excelsa de las melodías.
Acodada en la ventana, rememora los últimos momentos en el
hospital, y aún resuena en sus oídos el efusivo y acompasado aplauso que a modo
de despedida le dedicaron los abnegados sanitarios de la planta. ¿Qué obra
musical logrará hacerle revivir una emoción semejante? Tal vez sea la ovación
más larga que ha recibido nunca; aunque tampoco se había enfrentado hasta ahora
a una partitura tan compleja. Su cuerpo arrugado y encogido, cual baqueteado
violín, es todavía capaz de ofrecer afinadas notas de vida.
Aurora levanta la tapa de su viejo piano. Acomoda sus nudosos
y trémulos dedos en las teclas que han permanecido calladas en su ausencia. Con
los ojos cerrados ejecuta, exultante, la Novena Sinfonía de Beethoven. Así
celebrará cada nuevo día durante años.
Una mañana, un estridente e incesante
sonido sobresalta a los vecinos. El piano grita bajo el peso inerte de Aurora.
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Imagen de Internet |
Escrito por Juana Mº Igarreta para Esta Noche Te Cuento. Tema: La música