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Fotografías: Juana Mª Igarreta |
viernes, 28 de noviembre de 2014
jueves, 27 de noviembre de 2014
Señales
El Titanic, auténtica ciudad flotante, surca veloz las aguas
del océano Atlántico. En el camarote 115, Elizabeth Dowdell contempla el dulce
dormir de Virginia, la niña que tiene a su cargo y que deberá poner bajo la
custodia de sus abuelos en Nueva York. Al tiempo que la arropa delicadamente,
sonríe al ver los ojos también entornados de la muñeca que la chiquilla abraza
junto a su pecho. Recuerda las palabras firmes de la niña a una compañera de
juegos: “Siempre le pongo lo que ella me pide”, y observa que la muñeca viste
bañador en lugar del camisoncito de noches anteriores, dejando al descubierto
su pequeña figura moldeada en celuloide.
Elizabeth se dispone a meterse en la cama, cuando un golpe
seco hace temblar el camarote durante unos segundos interminables. Desasosegada,
piensa en salir al pasillo para ver qué ocurre, pero antes comprueba que
Virginia sigue dormida. Olvida a la muñeca que, a pesar de mantener la posición
horizontal, tiene completamente abiertos sus vidriosos ojos verdes.
Mientras, en el camarote de al lado, Milton Long observa
sobresaltado su copa de whisky hecha añicos en el suelo, de la que tan sólo los
cubitos de hielo han conseguido salir indemnes.
martes, 25 de noviembre de 2014
25 de noviembre, día internacional contra la violencia de género
Si al amor le quitamos la "r" de respeto, ¿qué nos queda?, el amo que nos esclaviza.
#diainternacionalviolenciagenero
#diainternacionalviolenciagenero
lunes, 24 de noviembre de 2014
Carne tierna
“En realidad esto del amor no tenía ninguna lógica”, pensaba mientras echaba un vistazo a las existencias en la cámara de congelación. “A
ver qué tal resulta la última”, se preguntaba mientras abría la puerta corredera de la carnicería. Intentaría convencerle, como a las demás, de que
con él nunca le iba a faltar carne tierna.Y, en el peor de los casos, a él tampoco.
jueves, 20 de noviembre de 2014
Pitagorina
Empezó a pensar en un nuevo teorema para acabar con el triángulo en el que se sentía tan encorsetada. Solo tenía que conseguir librarse de ese par de catetos que siempre le asaltaban por las esquinas.
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